Agosto 2009 San Julian. Melide. Galicia
Luego de escribir toda la tarde acerca de mis días en la sierras de Rio de Janeiro. , baje a la cocina de la caserón donde estoy. San Julián es un pequeño caserío cuasi medieval con tinte moderno, de unas 10 casas a unos 6 km de Melide, un pueblo de 5 mil habitantes por el que atraviesa el camino de Santiago. En una de esas casas vive mi tía abuela, Helena, una linda viejita de 92 años, hermana de mi abuela Ramona.
Cuando entre a la cocina me lleve la grata sorpresa de ver un fogón de leña prendido, el hogar de piedra, que supo ser antes cocina. Las casas de campo de esta zona son hechas íntegramente en piedra y tejas y tienen una paredes enormes...
Helena estaba sentadita con esa sonrisa siempre latente y escuchaba a su hija atentamente que le tenía una tarea preparada. La labor consistía en cortar con una tijera unas hojas secas para hacer infusión. Manzanilla y otras yerbas. Era una excusa para mantenerla ocupada y activa. Mientras se dedicaba a esa tarea con asombrosa destreza para su edad, comencé a tocar la melódica.
Al minuto su cara cambio y me conto una historia. No se si fue la música, pero algo la remonto al pasado. Saco a colación mi profesión de artista callejero.
Hoy de tarde estuve jugando con su bastón, haciendo equilibrios y unos pasitos de baile… El relato la remonto a su juventud.
- En esa época Llegaban al pueblo gente como vos que contaban historias.
No entendi muy bien, pero acto seguido comenzo a recitar de memoria una historia de amor en verso de corte picaresco… Su memoria era prodigiosa. Recordaba a la perfección el poema completo de unos 3 minutos.
Me asombro que lo recordara y me dio curiosidad saber cómo lo había aprendido. Difícil que haya sido simplemente escuchando un espectáculo en una feria hace 60 años.
Me explico luego que los artistas llegaban a los mercados y se ubicaban en algún espacio que quedara en la feria, invitaban a la gente que quisiera oírlos y luego vendían unos papelitos con los poemas…
Me maravillo su recuerdo. Lo contaba con un halo de felicidad inmensa. Esa que te provoca evocar los tiempos pasado. Luego recito algunos otros mas cortos.
La conversación derivo en enseñanzas sabias, esas que solo los viejos pueden dar.
- Hay algo que ningún ser humano en el mundo es capaz de hacer y unos animalitos pequeñitos si. Qué es?
- Que misteriosa resultó la tía Helena - pensé…
- Mira esos bichitos tan chiquitos y trabajadores hacen la miel. Se refería a las abejas. En el terreno de Helena hay varios panales donde las abejas entran para hacer la miel.
En otra reflexión inteligente se refirió al aleteo constante que precisan dentro:
- si no se movieran se morirían asfixiadas y la miel no sería lo que es… Antes los panales se hacían con troncos huecos, pero hay un bichito que se comía la madera…
Mientras contaba estas historias al calor del fuego yo devoraba un pedazo de pan gallego de campo con miel.
La miel de ahora no es igual que la de antes- sentencio en una frase ya por todos conocida, pero con una justificación me llamo poderosamente la atención:
- Al haber tantas vacas cerca y tanta mierda que ellas producen, mucha de las flores crecen sobre esa tierra y las abejas sacan el polen de ellas…
Luego la charla derivó en los transportes y en el tiempo de antes.
- Con el caballo yo me sentía más segura que en el coche. El animal sabe por dónde va.
Si uno viene lento en un coche y otro cruza a todo lo que da, pafatum. Pero con el caballo no pasa, el animal se controla.
Un rato después se contradijo, aunque en realidad utilizo otra comparación para arremeter contra el coche.
- También pasaba a veces que se le daba maíz al caballo y después se salía andar- , y se si se pisaba de mas con los estribos… ahí si que ya no había como pararlo, ya era el caballo que hacia lo que quería. Con el coche pasa lo mismo, si uno apretar el acelerador de mas, después ya es tarde para reaccionar.
Muy sabias reflexiones de una viejita de 92 años…
La ultima.
Helena era cartera, o mejor dicho su marido, porque no era un trabajo de mujer, no las dejaban. Iban a buscar las cartas a 3 km y repartían en 3 parroquias. Primero era a pie y después en caballo. Lo cierto es que le incomodaba andar usando siempre pollera, quería comprarse un pantalón pero no se podía. La sociedad machista alegaba que primero se pondrían el pantalón y después querrían mandar. Entonces estaba mal visto y casi prohibido.
Un tarde fue al pueblo a comprar unas telas y se las dio a una sobrina suya.
Le pregunto si le podía hacer un pantalón. El domingo se vieron y nada, solo excusas.
. Como que no tuviste tiempo si es solo coser acá y acá y otro acá, pero ese pa mi no iba (se refería el cierre para mear)
Volvió al pueblo y esta vez le pidió al de las telas que le corte el molde, que ella se encargaba de coserlo, porque en casa teníamos maquina… El hombre vaya a saber porque le hizo la gauchada y se lo coció. Feliz y contenta salió con su pantalón puesto. Pero le daba vergüenza ahora que la vean asi. Asi que se mandó a hacer un saco largo que no se le viera el pantalón…
Recuerda que el día que se fue mi abuela, en 1928, llovía mucho mucho y la carreta que la vino a buscar tuvo que colgar las mantas antes de partir. Había que mandar a llamar para que te dejen ir. Tal vez esa es la confesión más que confirma los rumores de un amor previo entre mis abuelos. Ambos eran primos hermanos, nacidos en aldea cercanas distantes a no más de 5 km. Mi abuelo y mi abuela se conocían y se seguramente el la mando a llamar
El fuego sigue ardiendo y cada tanto mengua. Voy a buscar leña a un cuarto lindante cerrado por una gran puerta de madera. Vuelvo a tirar la leña al fuego y me dice que le hace mal la luz por eso hay un pañito de un lado del hogar. La noche esta tranquila y Helena me cae muy bien.
mi ropa en su patio
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